20090121

LOLOTA ( PARTE I )



A Dolores la despertó una serie de sonidos que se colaban desconside-rados por la ventana, no movió ni un solo músculo de su cuerpo, no abrió los ojos, no movió ninguno de los dos labios. Sintió como entraba el aire por su nariz suavemente y le llenaba los pulmones, únicamente con el aire necesario.
Se dio cuenta de la postura en que estaba, uno de los brazos sobre las dos almohadas hechas bola, el pelo cubriendole la cara por la que escurría un hilo de saliva, una de las piernas descuidadamente tirada sobre las sábanas claras. Un calambre le recorrió el espinazo y se preguntó si estaría muerta, no quiso moverse, comenzó a identificar los sonidos que danzaban vigorosamente a su alrededor: Una sierra que cortaba acero, el rugido de un camión de volteo, gritos de hombres que trabajan, muy cercano el sonido del agua que cae sobre el lavabo, el viento que mueve las cortinas y el ulular de una paloma solitaria que picotea en el pretil de la ventana. No está muerta. Decepción, ya imagina la línea blanca hecha con gis que dibujarían los médicos forenses alrededor de su cuerpo mal portado aún muerto, por un momento imaginó que quien pensaba era su alma, su pobre lánguida alma, su alma hilacho liviano desprendido de su cuerpo, su pobre cuerpo que todavía no llegaba a los 40, su pobre cuerpo siempre adolorido, aporreado, insatisfecho.

Alguien abrió la puerta y de su pose provisional de muerta salió su voz, que no era de ultratumba sino la de ella, deshidratada, raspaba de tal forma que hasta la lengua le dolió.
El cuerpo le pesaba tanto que fue difícil moverlo, sintió el cuerpo de piedra tuvo miedo de que la maldición de la medusa hubiera caído sobre ella, penso: ¿me estoy volviendo loca o es que todavía estoy bajo el efecto de las margaritas? Quizás mi destino sea el de Pedro Páramo?

Sorprendida de no reconocer su propia voz, alcanzó el monedero puso en las manos de su hija unas monedas y le dio un beso, la miro a los ojos, le sonrió dándole la bendición. Volvió a cerrar los ojos, ya sin sueños, con la cruda realidad saltándole en los intestinos: sin mas remedio que correr al baño se levantó de la cama sintiendo como el frío del piso se metía a través de sus pies y se instalaba en el tuétano, ese frío, ese eterno frío, que la congelaba todas las noches y le recordaba lo que era no tener un cuerpo tibio y dulce a su lado, recordar ese cuerpo que nunca tuvo consigo… Entre retortijones ruidosos que salían de su vientre inflamado, queriendo adivinar si serían los tacos sin guacamole y cilantro o los nachos, el baño invadido de ese olor fétido que no parecía humano. Mmm, pensó: Parece que estoy cagando un muerto.

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