20100929

ASOMBROSO

¿No les a pasado que hay asuntos que no conciben? Por ejemplo: Hoy volví a pasar por el parquecito del infonavit donde desde que tengo memoria han estado cuatro arboles bellísimos todos alineados en perfecta simetría, los nombre los cuatro tauros( por su gallardía además de cabellaras frondosas y brillantes. Hace poco derribaron dos. Casi me da el patatús ante tan anatema, pero me conforme, pensando que ahí pararía la tala, Total que hoy que regrese solo queda uno! …Sano, bello, creciendo , estirando sus frondosas ramas, tiritando de miedo, gritando en su interior que no lo maten, a ningún vecino parece importarle , y por mas que pregunte a los cercanos del sitio, que sabían al respecto nadie dijo nada, nadie pareció sorprenderse, y yo me sentí fuera de lugar , preocupada por algo que a nadie le interesa. Y todo es silencio, los arboles mueren ante la mirada indiferente de los colindantes y los niños que a fuerza pasan por ahí para ir a la escuela. Que pensaran los profesores que a diario pasan por ahí? Concluyo cabizbaja una vez mas, ¿Por los arboles caídos, quién puede sentir nostalgia?

20100914

MUJERES FERALES


Mujeres Ferales
Por Aida Mendez
aidaaraceli@hotmail.es


Llegamos sedientos a la Plaza Santa Cecilia, nos recibió con ladridos gustosos la música norteña, miramos asombrados la fiesta del papel picado que adornaba el cielo y saludaba nuestras molleras. En pleno mediodía de domingo, nos sentamos en el portal acostumbrado a tomar cerveza y reconocer el lugar sembrado de personajes engalanados con su ropa dominguera, evocando alguna lejana plaza de pueblo. Escogí la algarabía para describirte las canciones que quería cantarte. Para la acostumbrada ceremonia de confesarte el pesar por la loquita, y mi intención de pedirte que le busquemos un nombre .Un nombre para la pobre loca, ¿lo pensaste alguna vez? Escogerle entre miles un solo nombre, podría ser ¿Carmen, Estefania, Julia, Elena, Jovita, Zulema?
¿Te preguntaste alguna vez si esa eterna infanta extraviada tiene alguno?
Cuando llegamos después de un seis de Tecate tibias a ese nuevo cafesin imitación europeo, y yo sintiéndome turista en mi ciudad, leyendo las malas noticias cercenadas en el diario local, y tu gentil y tributario enfriabas mi te, le dabas sorbitos precavidos. La descubrí en la acera vecina vi sin mover una pestaña embellecida con mi rimel maybelin, como aspiro con fuerza ensanchando los pulmones como si en el aire encontrara la valentía para animarse entrar al Kentoky, con difilcutad apenas alcance a ver desde la comodidad de mi silla ancha y de mimbre la reacción de los empleados que la sacaron a empujones y con la repulsión dándole el acertado matiz a sus refinadas narices, uno con un trapo limpamesas usándolo como chicote, y otro con el palo de trapeador amenazaba con golpearla , amedrentándola como hacen con los animales del circo, Barnum & Bailey la Ida de la mente salio sin hacer ningún gesto alzando los hombros con resignación, continuando su camino, asumiendo sin reproche que no era bienvenida, se alejo como lo hacen los perros ferales, sumida en su embelezo de inconciencia, y yo supuse que alguna vez fue un ser domesticado. tu me dijiste que quizás intentaba rescatar algunas sobras de las mesas, yo pensé que quería entrar al baño, no se por que pero estaba segura que buscaba un lugar donde orinar con algo de privacidad, por que las locas también orinan, ¿no? También se lavan las manos después de hacer caca, también evitan sentarse en la taza y se miran al espejo y se arreglan el pelo y evitan tocar la puerta al salir … La trastornado eterna infanta estaba descalza, sucia tan sucia como las calles de la revolución, llena de smog, como si el tizne fuera el estigma de las desamparadas, de las sucias de las solas, de las personas que a nadie le importan que bien pueden morir de frío o atropelladas, sin que nadie reclame su percudido cadáver. Y yo a unos metros de ella me preguntaba, si tendría algún nombre, si alguna vez tuvo madre, si fue feliz, como es que perdió el rumbo hasta desperdiciarse en las calles. Rumié frente a ti con ese tan familiar sombrero en buscar algunos zapatos entre mis cosas, especulamos los dos sobre la reacción que tendría si me planto frente a ella y le doy las zapatillas azules ¿podría andar con tacones cuando recorre toda la ciudad sin tregua? Imagine que quizás se pondría contenta por que seguramente aun en su chifladura tiene su vanidad femenina, pero también pensé que podría tirarme con los zapatos en la cabeza, y con ese temor que le tengo a las locas, decidí que no era buena idea pagar en el acto a cuenta, caminar de prisa al Sambors, comprar un chocolate en dulcería y pedir que nos sellaran el ticket del estacionamiento y de prisa bajar en tu rutilante troquita blanca por la nueve hasta llegar a mi la casa, buscar los tacones azules y regresar a buscarla. Nos quedamos, silenciosos mirando la indiferencia en el fondo de la taza ajados los ánimos, despidiéndonos del sol, viendo aparecer algunas timoratas estrellas

Después de media docena de canciones macilentas en el Dandy caminamos muy tarde sin evitar la lluvia, las calles estaban prodigiosamente solitarias, apenas alcance el transporte publico y tuve suerte de subirme en la ultima calafia, la bullanguera plaza estaba desértica, el papel picado desgarbado escurría ya sin su altanero colorido, nada mas los charcos reflejaban la profundidad nocturna con algunas crepitantes estrellitas, bolsas y mas bolsas de basura desfondadas esparcían los desechos urbanos de la zona centro por las banquetas, el olor a drenaje viejo, entraba por la ventana, rancio y con imprudencia. Algunas mujeres de minifalda y piernas con hematomas de frío caminaban hacia la zona roja, sus tacones altos les dificultaban caminar. El chofer de la calafia no aminoro la velocidad para dejarlas atravesar la calle, yo mire mis pies helados que entumidos casi no se podían mover dentro de mis sandalias vistosas y una canción se desbordaba entre los pasajeros de caras mortecinas, recargue la cabeza en la ventanilla y justo al pasar por el banco de la calle segunda vi de nuevo a la pobre mujer de nuestras cavilaciones domingueras, junto al cajero automático, devorando con avidez una bolsa de frituras, todavía descalza pero seguramente con la esperanza que algún usuario desbalagado y trasnochado le regalara algunas monedas.