20091009

Erigiendo mi dictadura sobre las menudencias


Erigiendo mi dictadura sobre las menudencias
Aquí en esta casa enrejada que termina siendo una jaula, no pasara nada maravilloso, tampoco en este cuerpo torpe y rancio, quisiera regalarle a mi hígado un te depurativo, a mi riñón un agua refrescante, a mi páncreas algo que lo ponga a trabajar y a mi corazón una avenita que limpie las arterias de esa víscera contraída por el olvido.
Se que será difícil de creer, pero cada víscera de este cuerpo decrepito me habla, siempre encuentran mañas para hacerse notar las muy desleales lo inconformes que viven dentro de este cuerpo que se va llenando de olvido, y si he de decir algo a mi favor, diré que olvide reírme y bailar y comer y brincar, dormir, descansar, abrazar, besar, y otras acciones mas, que son estimulantes para llenarse de vida. Ya no escucho canciones viejitas, ni novedosas, ni voy al cine ni leo poemas, ni ceno con amigos, ni camino con ellos a altas horas de la noche por la zona centro de Tijuana.
Simplemente medio duermo y lleno mi pocas horas de descanso con las mas variadas he increíbles pesadillas, me despierto y me lleno las tripas de café y galletas, mas galletas y café durante todo el día, a veces me como una manzana que no me sabe a nada, o en un vaso lleno de hielos sirvo esa soda negra altamente adictiva.
Mis grandes descubrimientos se reducen en pescar los cuervos rechonchos que habitualmente crascitan en el pretil de mi ventana antes de que den las siete. Siempre anuncian su aterrizaje planeando cerca de donde estoy, los observo como única mancha negra en el cielo sin brillo y ahí van crascitando con fuerza, hasta parar en mi ventana, yo abro la cortina y miro sus patas fuertes sus ojos ausentes de emoción, sus espesas plumas sombrías. No me emociono, ni quiero pasar mis dedos por su espeso chapopote
brillante como el charol. Simplemente los miro con mis ojos secos, con toda la indiferencia de mis dientes amarillos, y me duelen hasta las grietas de mis pachiches manos. Y la sangre se me pone espesa, como atole de lodo, me levanto pongo café del folgers que es el mas barato, y lavo mi taza acostumbrada. Abro un paquete mas de galletas que ni me he fijado de que son, y después de sorber un rato evitando quemarme el hocico y mirando por la ventanita enrejada de la cocina las rosas que están floreando, muerdo la anodina galleta, y las palabras que adornan algún libro, yo, ya ni se para que leo, para que permito que de repente sin aviso me de saltitos el corazón, los poemas, le causan ese efecto y el muy traidor después de meses de entrenamiento quiere latir como nuevo, yo le hecho las dos manos encima y lo aprieto tanto hasta que casi lo asfixio al muy cabron , miren que apenas que vivo mejor sin sus anhelos, sin sus inquietudes y sus ganas de latir contento. Y me entiende el porfiado, se calma y languidece, por que ya sabe que se rebela una vez mas, yo no dudare en apachurrarlo hasta que casi sangre o le encajare toda mi colección de cuchillos destazadores de encantos.

Yo se que mi hígado mi riñón, el páncreas, el intestino grueso y el delgado, la vesícula, los pulmones fueron disminuyendo de tamaño, con la ausencia de amigos, pero ellos no me abandonaron, ellos no se fueron yo no estaba gritando como personaje de Pedro López Solís alias el cuervo, Hey no se vayan no me dejan aquí como perro viejo y con achaques. Yo falte a sus fiestas, deje de ir a encontrarlos en el café amargo del sanbomrs, donde todo radicaba en poner cara de enfado y escuchar siempre lo mismo. Y ya no desayune los sábados con ninguna, o ninguno, deje de celebrar con ellos, sus cumpleaños, navidades, día de la candelaria y aniversarios. También el color del mar cuando van a dar las seis y esperábamos esperanzados ver aparecer el rayo verde de luz. Fui yo la que olvido, la que con la ausencia de emociones, desapareció las ganas del hígado anestesiándolo con regaños crueles, cuando el gritaba y pataleaba por una cerveza, magulle los deseos de la vesícula por oler las sonrisas de los muchachos de la plaza, los viernes de madrugada desenterrando lunas, acarreando recuerdos.
Y cuando quise volver, encontré sin conmiseración que desapareció el cafecito de la calle tercera, la tienda de perfumes de la cuarta y revolución, el Toreo de Tijuana, el Victors, el Cesars, que tanta ausencia era lógico que yo terminara con esta falta de voluntad, para arreglarme el pelo, calzarme las botas negras y la falda larga que me cubre muy bien del frío. Ya no había referencia en mis acostumbrados paseos, ya no estaba la terminal del Mexicoach de la séptima, donde podía decir ahí nos paramos el alejo y yo para fumarnos un cigarro, ni la Wolword compre con el abuelo aquel shampo ,los frijoles bailarines con mi madre, un paquete de choninos de la fruti de long y el Leyvas donde bailamos el pancho y yo, aquella terraza en playas donde Carmina y yo comimos cocos el día que el hombre bala cruzo la frontera y todos los envases que con dedicación vaciamos en la revancha o en la cantina de los remedios las margaritas que deshoje con Alejandro y Lobo y las preparaba riquísimas aquel cantinero alegre y robusto que creía cantar como Jorge Negrete. o no encontré la algarabía de nuestras caras cuando desvelamos en el mikes y no nos preocupaba el tiempo, el frío de la madrugada, las pirujas que nos acompañaban y los jotos que aullaban con las canciones de Juan Gabriel, y ya no había poetas en el Dandy, hombres dejando la vida y la suela de los zapatos en la pista de la estrella. Borraron nuestro entorno físico, y desaparecieron nuestras referencias y memorias, se llena la ciudad, nuestras vísceras y ojos de vacío.este vacío que me llena los huesos hasta el tuétano. De algo que no se que es, pero si se que esperanza si la tuve alguna vez hoy no se, ni que es eso, que fe, es la expectativa segura de algo que se espera aunque no se contemple, y la única certeza de la que soy absoluta poseedora de mi gran verdad: que no espero nada, desde hace mucho, ni hoy, ni en el futuro. Despierto y duermo a voluntad de mi celulítico cuerpo, guardando en cada estría el fastidio y el desden y en cada pecho que cede a la gravedad y se cae y se cae adquiriendo su nueva apariencia de ubre de perra recién parida, atesoro el rencor, que me marchita los brazos, la lengua, la nariz y las piernas, por eso ya no corro , me estaciono, cierro muy bien cada sentido, no escucho ni al hígado menos el corazón, y así voy muriendo cada día mas, cada día viviendo menos atareada en silenciar las peticiones de estas vísceras necias. Que con escuchar un poco de música, la voz amable detrás del teléfono ya se están alborotando

1 comentario:

  1. Fuerte es la nostalgia descrita, uno es el centro de todo sin uno parece que no hay vida. Quiero galletas y cafe folders tambien.

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