20091113

DOMESTICADA


Algunas veces cuando casi amanece me asomo por la ventana y todo es fresco, todo es frío, se mezcla el sereno con el rocío y es una aproximación entre amanecer y madrugada, es una capa de modorra, como si las exhalaciones de todos los que duermen convirtieran la atmosfera en un sueño que se expande por los edificios y adorna el parque y cae sobre los rosales, los columpios, y los perros que echados a la puerta de alguna casa, medio duermen hechos bola como si no tuvieran frío. Y no se si lo que siento humedecer mi cara es la aurora o la brisa de la noche que se niega a desaparecer, pero enfría mi cuerpo y me estremece hasta los huesos, se cuela por la tela de esa bata blanca de algodón que es muy ligera y esta llena de hoyos. Me quedo ahí parada, sin buscar nada, solo mirando donde se va escondiendo la luna, como desaparecen las últimas estrellas, y como los primeros rayitos de sol, se asoman tímidamente como entumidos por la noche y apenas estiran sus bracitos aflojerados, mimosos como niños que se resisten despertar para ir a la escuela. Apenas el azul que tirita de frio cae sobre los techos y aparece un gato que muy quitado de la pena regresa a casa después de lo que pudo ser un encuentro de amor, o un enfrentamiento con los perros callejeros que lo persiguieron divertidos durante la noche.
La cafetera me llama, pronto el olor del café invadirá toda la casa, mis pulmones y mi nariz de sabueso, respirara profundamente el aroma del café barato que compre en la comercial mexicana. Mientras los colibríes nerviosos regresan una vez mas, para saludarme con prisa.
Con el café y algunos poemas terriblemente tristes y desesperanzados me termino la mañana y el cacho de pay de manzana.

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