20090126

CHINA Y BAJA CALIFORNIA UNA SOLA COMUNIDAD (IMAC 2007)




No recuerdo con exactitud cuando comenzó a interesarme la Cultura China, seguramente fue cuando niña, una tarde fría después de andar caminando por horas con mi mamá, por todas las tiendas de la Zona Centro, cansadas y hambrientas entramos a una cafetería de chinos en la Calle Primera , La Flor de Loto, la calafia que nos regresaba a casa se tomaba afuera de esa cafetería, así que mientras esperábamos a que llegara nos sentamos frente al ventanal mirando pasar mujeres con falda corta y ajustada, hombres con hebillas grandes en las cintura, sombrerito y botas, músicos cargando su acordeón , madres que jalaban a sus hijas del brazo acercándolas a ellas como si pudieran protegerlas del entorno de paisanos y prostitutas…. mi mamá, con su nariz respingada y sus ojos de agua, pidió arroz al vapor y caldo de camarones con napa.
Yo miraba con los ojos redondos a los chinos que atendían ese lugar extraño, que apenas recuerdo, pero no el vapor que salio del recipiente donde nos sirvieron arroz blanco, tan blanco que parecía una bola de nieve del polo sur vaporosa sobre la mesa. Ya había escuchado en las películas que los chinos eran amarillos, ingenuamente esperaba que así fuera, pero no tenían la piel amarilla como la mostaza. Cuando una pequeña mujer esbelta de cabellos oscuros, nos llevó el caldo hirviendo, acerqué mi brazo al de ella, y su color era pálido, entonces entendí que el amarillo era otro, ese amarillo que me aparece ahora que estoy viliosa. Mi mamá comía muy despacio y siempre me platicaba cosas, sus recuerdos, sus cuentas de la casa, como iba a organizarse para pagar el recibo de la luz, comprar zapatos para mis hermanos, de que habría que pasar entre semana al Calimax de la Diez por arroz y leche, vainilla y pasas.
Desde ese día cada que iba al centro me asomaba a esa cafetería a ver a los chinos y después descubrí unos más en la casa Tanaka de la Calle Segunda. Años más tarde la literatura me llevó a conocer sus historias y sus leyendas junto con Amy Tan, conocí al Dios del Fuego, a la quinta hija menor, y un día en un restaurante de comida china le compré un disco de música a una chinita que trabajaba en la cocina, después vino el cine chino y sus grandes historias románticas, los paisajes maravillosos, las telas y lo ornamentado de sus decoraciones, así como la literatura china que conocí en un taller con Eraclio Zepeda.
Sin darme cuenta pasaron los años y ya trabajando en IMAC, necia, testaruda, conseguí un festival con la Comunidad China de Tijuana, lo bueno que el director de la institución, era flexible y le interesaban actividades de calidad.
La Comunidad China asistió contenta al festival y fue una noche significativa, su León Ceremonial, el sonido de sus percusiones, la sonrisa amable y orgullosa de estos tijuanenses provenientes del Oriente, orgullosos de sus tradiciones, nosotros en Casa de la Cultura de la Colonia Altamira sintiéndonos privilegiados de tener la presencia de nuestros vecinos chinos, establecidos en esta ciudad que con trabajo hicieron suya.

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