20090206

La Lolota parte V

Lolota desvelada va directo a la regadera con el propósito de ir esa mañana a comprar su cama individual, al fin ella ni pareja tiene y nunca hace el amor, ni siquiera a solas, siempre ha despreciado la practica de Onán que la hace sentir mas desolada y le deja viscosidad de amargura en los dedos y en la cara que, según su madre, refleja todo lo que hace y los mas mínimos secretos de un alma pecadora.

Desayuna café sin azúcar, pan tostado, lee el periódico, busca la cartelera de los cines, es sábado y su hija se va con sus padre a pasar el fin de semana, la casa está más vacía mientras dan las nueve, riega las macetas, arranca las hojas secas, cambia la hoja del calendario y pone música, Tree Times a Lady de Lionel Richie, una rola de los ochentas, traguitos de café, sorbiendo la amargura, los hombros se le caen, mueve un pie. Aparece su película virtual, se imagina con ese pantalón de lino, color arena que se compró para el verano esperando que hasta su puerta llegue ese apuesto caballero que le abrirá la portezuela del carro y también desabotonará sus risas, ya se imagina vino y velas, canciones y carreteras nuevas, cuantos sueños acumula Lola, cuantos anhelos se le pueden estacionar sobre las piernas.


El timbre del teléfono la despierta, es la empleada de telemarketing que quiere venderle más servicios: llamada en espera, identificador de llamadas, larga distancia con precio de cliente preferencial, no le interesa que alguien espere por llamarla ni identificar una llamada. Quiere recibir llamadas no importa de quien sean, da las gracias y cuelga, toma su bolsa sus ilusiones y la determinación de cambiar de cama, sale contenta con el pelo aún mojado rumbo a la tienda donde su nuevo colchón la espera.

Pensaba irse en calafia pero al ver un camión azul y blanco siente nostalgia de cuando niña y se sube contenta, las caras de los pasajeros son una pintura para interpretar y se entretiene observando a las señoras que aprietan sus bolsas contra su pecho, pero la ventana ofrece una mejor panorámica. Las calles polvorientas, con gente que viene y va preocupada, ansiosa, distraída, vendedores callejeros que alzan las voz y sus mercancías. Los ojos de Dolores se llenan de imágenes que la obligan a querer más su ciudad, sus calles que la han visto vagar a media noche medio sola y medio ebria.

En la Calle Tercera se baja del camión de la nostalgia, camina derechito a la tienda como si sus ansias de cambiar de cama le pudieran asegurar noches de sueño, noches enteras dedicadas a descansar el cuerpo y a recuperar su alma.

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